martes, 30 de enero de 2018

PEP CAMPS (1962) ... (o Rimbaud)


Pep Camps: acrílico sobre tela, 195 x 114 cm


Que uno de los jóvenes estudiosos de arte contemporáneo más serios y documentados de España no lo conozca demuestra lo poderoso que es olvido.
En la segunda mitad de los años ochenta, el artista español más admirado no era Barceló, Sicilia, Broto, García Sevilla, Paneque, Solano, Plensa, Pérez Villalta, Navarro Baldeweg o Ugalde, algunos desaparecidos, otros encumbrados con razón o sin ella. Ni siquiera el inmenso Sergi Aguilar.

Pep Camps era el mejor pintor. Tenía veintidós años. Dotado, muy dotado para el dibujo y el color, bebía de Picabia cuando superponía figuras dibujadas, aparentemente inconexas, en un mismo plano, bajo y sobre tramas de colores punteadas. La mejor crítica que jamás haya habido en España, Rosa Queralt, solo juraba por él. obras turbadoras, de múltiples y nunca evidentes lecturas, que parecían contar historias quizá no evidentes-pero siempre sugerentes. Figuras extraídas de películas de serie negra, tristes antes que amenazadoras. El mundo que Camps retrataba se ubicaba entre el sueño y la realidad, la infancia y la dureza, la adustez del adulto, la ficción y lo prosaico, siempre mirando hacia una realidad transfigurada, sin olvidar, sin embargo, la cara opaca. Pep Camps supo retratar los años ochenta, sus luces y sus atardeceres.

Sus obras estaban marcadas por la gracia. Ligeras, aéreas, las figuras y los fondos no denotaban esfuerzo alguno, pero tampoco facilidad. Evocaban mundos aún inocentes aunque con secretas penas. Una Arcadia atravesada por sombras. Él mismo no daba importancia a sus obras, no se daba importancia.

Luego desapareció durante años, por razones distintas a las del mejor escultor contemporáneo español, Joan Rom (a quién la Fundación Suñol de Barcelona dedicó no hace mucho una prodigiosa exposición antológica) -ni siquiera el ávido Google Images posee imágenes de sus obras.

Una fundación en Gerona (Fundación Valvi) ha recuperado su obra entre 1985 y 1992. No hace falta buscar más la que será, sin duda, la mejo exposición en España de 2018.
El regreso del hijo pródigo.

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