martes, 30 de enero de 2018

La, la, la

Veamos. Todo empieza con un viaje a la luna. Poético. La luna de los enamorados. ¿quien no querría viajar allí? Quizá no quede claro, de buenas a primeras, porque uno de ellos lo pone todo al revés, y qué significa, pero ¿cómo se podría llegar a la luna sin trastocarlo todo? ¿Viaje real o soñado? Un beso en la frente y, al parecer, el viaje deja de ser un sueño.
He aquí, pues, que van camino de la luna. Lo que sigue es casi metafísico: "eres el arte que endulza la piel de mi mente viajera que sigue a tus pies...." Uno debe de tener la piel seca, insensible, un verdadero cascarón duro de pelar, piel de esparto que que el roce o el contacto -fuere el que fuere- con el otro suaviza. Pero la piel seca no es la piel tangible -sería muy obvio-, sino la piel de la mente viajera -la mente no suele tener envolvente, pero en este caso si -después de todo, son seres excepcionales que van a la luna sin pensárselo-, y eso es significativo: la mente no puede volar, salvo con la suavidad mimosina que proporciona el contacto humano-, aunque los sueños no son vanos o irrealizables, ya que quien sueña sigue a los pies de quien parece más atado a la tierra. Es decir, se sueña que se viaja sin perder de vista la realidad. Sueños si, pero con la cabeza clara. Lo que es un tanto extraño. Sueñan y no sueñan. Sueñan que sueñan. Saben lo difícil que es soñar.
Pero el viaje podría complicarse. Después de todo, viajan por el hiperespacio, allí donde no hay cobijo. Por suerte, una voz envolvente cubre a quien teme la aventura. Si todo va mal, la voz oracular permitirá sortear los peligros. La voz o la llamada salva. Voz que viene de uno de los viajeros, aunque bien podría venir de más allá, portada por uno de ellos. El silencio del espacio aterra; la voz ahuyenta los temores.
Semejante travesía tiene un final feliz. Viajan para fundar una ciudad. Ahora se sabe a qué tanto trajín. Son arquitectos (espaciales) -un arquitecto siempre construye en el vacío, como un dios-. Parten a la aventura. Sueñan con su creación. Su vida de pronto tiene sentido. La voz les guía. Están inspirados. Ya nada temen. Sortean todos los evites. Son fundadores. De otro mundo, sin duda. Por eso parten a la luna. Una ciudad para selenitas. Para quienes están en la luna, y no saben si viajan o no, si vuelan o están aferrados a los pies de alguien.
Tras el célebre "La la la -sin land que la avale, sin embargo", y "desde que llegaste vivo cantando, vivo soñando", la mística vuelve a Eurovisión, aunque ahora no anuncia una llegada festiva, reveladora, sino una partida (o huida, lógico si pensamos en los tiempos actuales), hacia otro mundo, en otra ciudad, donde no lleguen, quizá, los gloriosos ecos de Eurovisión.
 Oh, OT, siempre avanzándose a los tiempos. 
Dice así, esa sublime canción:
“Nunca llegué a imaginar
Que viajar a la luna sería real
Lo pones todo al revés
Cuando besas mi frente y descubro por qué
Ya no puedo
Inventarlo
Siento que bailo por primera vez
Eres el arte que endulza la piel
De mi mente viajera que sigue tus pies
Siento que bailo por primera vez junto a ti, oh
Sé que en ti puedo encontrar
Esa voz que me abriga si el tiempo va mal
Todo es perfecto si estás
A mi lado creando una nueva ciudad
Siento que bailo por primera vez junto a ti, oh”.

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