sábado, 23 de diciembre de 2017

El portal de Belén

Los Evangelios tuvieron la "suerte" de que, muy pronto, evangelios posteriores considerados apócrifos y comentarios tardíos empezaron a fabular sobre lo que los textos canónicos de Mateo, Marco, Lucas y Juan contaron.
Las narraciones canónicas no sólo no coinciden sobre el relato de la vida de Jesús sino que carecen de detalles ambientales. Describen escasamente dónde acontecen la vida privada y pública del hijo de dios, de sus padres y de sus discípulos. Los textos lo dejan todo a la imaginación.
Una de las escenas principales, con la que se inicia la vida de Jesús, es precisamente, el nacimiento. Éste, muestran un sin número de imágenes plásticas, aconteció en un establo o una cuadro, velado por dos animales: un burro y un buey.

Mas, ¿qué cuentan los Evangelios?

El nacimiento de Jesús solo es narrado por Mateo y por Lucas. Marcos inicia el relato con un Jesús adulto. El evangelio se abre con la entrada de Jesús a la vida nueva: acude a ser bautizado, ya mayor, por Juan Bautista. En cuanto al Evangelio aún más tardío de Juan, coincide con lo que Marcos detalla. La vida de Jesús no se inicia con su nacimiento, sino con su renacimiento espiritual: el bautismo ya adulto. Apenas bautizado, Jesús se dirige a Caná.

Mateo, en cambio, hace coincidir el inicio del relato con el nacimiento carnal de Jesús, brevemente evocado. Éste no tiene lugar en un establo sino en una casa, una casa digna: oikos, en griego, domus en latín (2, 11); casa que sus padres deberán abandonar llevándose a su hijo so pena de que sea degollado por Herodes, asustado por la lectura de un signo celestial efectuado por los astrólogos de la corte: la venida de un nuevo rey.

El único texto canónico que ha alimentado la leyenda acerca del nacimiento de Jesús es el evangelio de Lucas, pronto sucedido por textos apócrifos. Lucas cuenta que, debido a que las posadas estaban llenas debido a la multitud que había tenido que acudir a Belén para el censo ordenado por Augusto, María dio a luz en un establo -o, más precisamente, utilizó un comedero como cuna (en ningún caso, Lucas detalla el nacimiento en una cuadra).
Posada se decía, en griego, kataluma (1, 6). La palabra designa un caravanserai: un lugar donde viajeros -comerciantes, transportistas- podían descansar junto con sus animales de carga con cierta seguridad. El verbo kataluoo se traduce tanto por destruir -deshacer los ligámenes, abandonar, dejar a la intemperie- como relajar -el viajero se deja ir, se abandona tras la tensión del viaje. El latín deversorium se traduce por albergue, no sin dejar de tener un contenido moral: un asilo, un lugar de paso que el destino nos concede para descansar un momento antes del tránsito (final).
Phatne (1, 6) es la palabra griega que se traduce por comedero (de caballos). También significa establo de bueyes. Pero la imagen que evoca no es la de un lugar pobre. Por el contrario, phatne evocaba imágenes de abundancia. Vivir como un buey en su estable era una expresión que significaba que se vivía como un marajá. Que María y José no hallaran acomodo en una posada no significaba necesariamente que se tuvieran que contentar con cualquier lugar ni compartir un lugar con animales -un encuentro, por otra parte, simbólicamente muy distinto de lo que puede evocar hoy. En latín, la palabra praesepe se traduce, ciertamente, por comedero y por establo; pero también por comedor (para humanos), o mesa También significa hogar, aunque la palabra puede suscitar dudas sobre el lugar escogido ya que praesepe es sinónimo de taberna.

En todos los casos, el lugar del nacimiento físico de Jesús es un lugar real y simbólico al mismo tiempo. Tenía que morar temporalmente allí. Se trata de un espacio de acogida, que marca el inicio de una nueva etapa que nada tiene que ver con lo que ha sucedido anteriormente. Espacio acogedor, pletórico de bienes, no sin un trasfondo turbio, que constituye un alto y el arranque de una vida pautada, marcada por el tiempo, que se dirige hacia un final inevitable. Una vida plenamente humana.

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