jueves, 7 de diciembre de 2017

Como en Bizancio






El poder de una imagen reside en sus mirada. Los ojos de los retratados, que nos siguen mientras rondamos la imagen, nos pueden seducir, atrapar o lanzar el mal de ojos. Los ojos pueden aterrar.
Por tanto, la mejor manera de neutralizar su poder consiste en cegar la imagen (como si la ceguera causada fuera a cegar la persona en carne y hueso).
Así se evitaba el mal -o se evitaba que nos atrapara- que una figura podía causar en el Imperio bizantino.
No solo en Bizancio...

Un paradójico sentido homenaje al poder y las fascinación de la imagen en la Barcelona de hoy mismo.
No fuera que le entregáramos nuestra alma.
Y tomáramos los votos.

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