martes, 27 de junio de 2017

FRANÇOIS SCHUITEN (1956) & BENOÎT PEETERS (1956): LA TOUR (LA TORRE, 1987)















La torres es tan grande como el mundo; se pierde, hacia abajo, por debajo de las nubes que coronan los árboles y se adentra no sé sabe a qué profundidad; la cumbre no parece existir; por mucho que uno ascienda, por fuera o por dentro de espacios cada vez más estrechos, los muros siguen rasgando la niebla permanente. pero nunca se descubre en su totalidad.
La torre es un mundo vertical, empinado y desolado. Como el mundo, la torre se estructura en varios niveles. Cada uno está poblado de seres muy distintos. Se cuenta que el gobierno se halla en la cumbre. La torre cruza el espacio y surca el tiempo. Tan alta es que no rige el mismo tiempo en cada parte: la parte central, dotada de amplias terrazas, parece hallarse en el Renacimiento, aunque las altas ventanas que iluminan el corazón de la torre sean góticas. Los niveles inmediatamente superiores acogen construcciones que parecen directamente trasladadas de un grabado de Piranesi, cuando el Siglo de las Luces. Aún más arriba, se intuye el constante bramido de mecanismos industriales del siglo XIX. En lo alto, aún no se sabe.
La torre, de planta circular y muros exteriores inclinados como la panza de un muro de contención, está construida con sillares imponentes. Acoge a vivos y muertos. Altísimos columbarios, donde reposan los muertos, recorren las paredes catedralicias de ciertas estancias. Pero la torre se cae. Algunas partes, por la que cuesta circular a causa de montañas de piedras, están derrumbadas. El chasquido de bloques que se precipitan puntea la vida como las puntuales campanadas de una iglesia.  La torre no está deshabitada aunque en algunas zonas solo se hallan cadáveres. La conexión entre niveles no es fácil ni siempre posible. Imponentes túneles, escaleras de caracol, rampas, puentes colgantes, pasarelas, pasadizos, a menudo tendidos en el vacío, y bloqueados por toda clase de restos, entre cuerdas, cadenas y poleas que cuelgan desde no se sabe dónde, y que se hallan en malas condiciones, revelan que la circulación es o fue posible, solo para quienes superaran el vértigo. Si no, la subida y el descenso solo se puede realizar por el grueso muro exterior, punteado, como una construcción romana,  por pilastras, contrafuertes y molduras que no siempre resisten el peso de un hombre.

"En un principio, la Torre fue concebida como imagen del universo. La construcción debía permitir el ascenso a los diferentes niveles para acercarse a poco a lo Divino. A medida que se ascendiera, ésta debería afinarse y depurarse, librándose de toda pesadez y despojándose de todo recargamiento. Así se alcanzaría el Alma de la Torre, el verdadero objetivo del edificio (...)
Construir la torre ha sido algo tan absurdo como querer tocar a Dios con los dedos. La distancia entre el cielo y nosotros es tan grande que por muy alta que sea nuestra Torre, jamás nos aproximará lo más mínimo al mundo.
¿Está seguro que la Torre no es lo más grande que existe?
Sí, estoy seguro... la Torre no es nada. Representa menos en el Universo que una piedra en la Torre."      
Pese a que, cuando se recorre la Torre, se salga al exterior y se vague por montes empinados, atravesados por fallas abismales, y uno se adentre en bosques impenetrables, siempre se está en la Torre. Es imposible salir de ella, aunque, desde las ventanas, se perciba un mundo poblado de nubes.
Existe, sin embargo, una única salida -si es que una salida se trata: En algunas estancias cuelgan cuadros descomunales: cuadros barrocos y decimonónicos, enmarcados por gruesas molduras, que abren ventanas a otros mundos -no siempre deseables: si algunos cuadros muestran escenas mitológicas protagonizadas por diosas carnales que se ofrecen a la vista del espectador, otros documentan batallas mortíferas, pero también revueltas... E imágenes de la torre de Babel.
Quizá aquí estaría el secreto de la torre...

El célebre cómic belga La Tour (La torre), publicado hace treinta años exactamente, que forma parte de la serie de doce libros Las ciudades oscuras, publicado inicialmente en francés, y que ha dado pie a un sinfín de estudios, tesis doctorales y exposiciones (una de las últimas en la Cité de l´Architecture de París) ha sido recientemente reeditado cuidadosamente en español.


Quizá centre algunas clases prácticas de la asignatura de Teoría II en la UPC-ETSAB el curso que viene....

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