martes, 2 de mayo de 2017

A la luz de las estrellas

Un mediático y estrellado cocinero ha manifestado su disgusto por las críticas recibidas a un comentario suyo justificando que jóvenes cocineros, formados en las mejores escuelas de hostelería del mundo, trabajen gratis en restaurantes de "alta cocina" -que cobran entre 200 y 300 euros por comensal-, aduciendo que más que preparar los platos que el cocinero no realiza (porque suele tener varios restaurantes en diversas ciudades)- se están preparando allí dónde el cocinero estrella cocinó un día, respirando el aire no de las campanas extractoras sino de las "creaciones" culinarias.
Razones no le faltan por enfadarse. Iba a ser la cocina el único ámbito donde se trabaja gratis.

Los estudiantes graduados de arquitectura, y los jóvenes (es decir, menores de cincuenta años) arquitectos, hoy con un máster, que trabajan en los estudios de arquitectura también estrellados, cobran entre un euro y setenta céntimos y seis euros la hora, aunque a menudo no cobran o -innovadoramente- pagan por trabajar. La razón es sencilla. Trabajan cerca del arquitecto estrella y eso no tiene precio. Preparar cafés, cortar y doblar planos, o realizar maquetas son tareas por lo que cualquiera pagaría, ya que están próximos a las ideas brillantes que rondan. Quien no daría un duro por semejante ocasión.
La administración pública también ofrece trabajos ejemplares. La universidad pública española ofrece contratos de profesor asociado -tras superar un concurso y estar en posesión de un máster- de una hora por semana. El contrato conlleva una hora de clase o de prácticas, el tiempo de preparación de aquélla (en general, unas cinco horas de preparación por hora impartida), correcciones semanales de prácticas de entre cuarenta a ochenta estudiantes (unas nueve horas semanales) -amén de correcciones de exámenes parciales y, quizá, finales-, entre una y dos horas de atención al estudiante, y otras dos de tareas administrativas (asistencia a reuniones semanales, etc.). En total: diecinueve horas semanales, es decir, 85 horas al mes, por un total de setenta y ocho euros con treinta y siete céntimos. Menos de un euro a la hora. Y tienen que dar gracias al cielo por haber sido escogidos.
Por tanto, pelar patatas a la luz de un cocinero estrellado es como llegar y besar el santo.
Es que nos quejamos por nada.

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