jueves, 30 de abril de 2015

La enseñanza de la asignatura de Teoría del arte y/o la arquitectura en las Escuelas de Arquitectura

Dos modelos o maneras de enseñar teoría del arte y arquitectura en las escuelas de arquitectura españolas se confrontan. Por un lado, la enseñanza se ciñe a las obras de arquitectura contemporáneas, destacando cómo se componen, qué dicen, qué ideas o valores vehiculan, y qué significan. Las respuestas tienen en cuenta lo que obras de arquitectura anteriores, en general occidentales -aunque los ejemplos pueden pertenecer a cualquier cultura y época-, han aportado, así como interpretaciones -modelos y soluciones- de autores (pensadores, arquitectos) contemporáneos pero también del pasado, reciente o no.
Frente a este modelo, que pone el acento en la obra actual como última intérprete de una tradición, se halla aquél que, por el contrario, incide en los intérpretes -y no en las obras en primer lugar-, desde la antigüedad hasta nuestros días, destacando qué han aportado, porque han integrado la historia, porqué sus aportaciones deben ser conocidas -sean relevantes o no hoy. Este modelo, en general, organiza la historia de la teoría de manera cronológica, recorriendo los principales pensadores y sus mayores aportaciones, sus juicios, casi siempre occidentales.
En un caso, se parte de la obra del presente, buceando en el pasado las razones de su existencia y de su significado, que se presenta como una nueva respuesta a problemas o cuestiones ya tratados, de diversa manera, por obras anteriores. En el segundo caso, el acento se pone, no en la obra sino en el juicio que ésta merece o ha merecido, construyendo así una historia de la manera de ver y juzgar las obras de arquitectura.
Estos dos modelos no deberían estar necesariamente enfrentados, pero lo están. Se reprocha al primero el uso instrumental de la historia -al servicio de la interpretación de la obra contemporánea, que domina o culmina la historia de la creación, como si superara obras del pasado. La manera manera de enseñar teoría es juzgada a veces como una sucesión de aportaciones que a veces parecen no tener relación con las obras o las preguntas actuales.
Pero esas diferencias no existen en verdad. Toda obra y toda interpretación -una obra es también una interpretación de otra- es una creación o una visión actual. Leemos quizá Vitrubio, pero en una traducción -pocos leen su tratado en latín. Pero incluso si lo lo leen en lengua original -no queda claro que Vitrubio tuviera el latín como lengua materna-, dicha lectura se ve condicionada por lo que sabemos de la historia y la teoría de la arquitectura. El texto, tal como lo leemos y lo interpretamos, es una creación nuestra. Ponemos, inevitablemente, el acento en aquellos temas que resuenan hoy, y que posiblemente no sean los que más preocupaban a un autor romano. Un texto de estética, que contiene reflexiones sobre la teoría de la arquitectura, como el que Hegel dictó a principios del siglo XIX, tampoco puede ser leído y apreciado hoy como lo fue cuando fue enunciado. Los conocimientos de la historia de la arquitectura de Hegel eran menores y distintos de los nuestros, pero lo más importante es que algunas de sus intuiciones se han revelado inútiles o erróneas, mientras que otras siguen siendo fructíferas o se han vuelto fructíferas. Leemos a Vitrubio o a Hegel como si fueran autores contemporáneos, que iluminan nuestra visión de la arquitectura antigua así como de las obras de hoy. La historia de la teoría del arte y la arquitectura no existe . Solo existen interpretaciones, pasadas o presentes, a las que damos sentido y relevancia gracias a lo que sabemos, desde nuestro "punto de vista" temporal -y espacial: no se lee del mismo modo, no se entiende lo mismo en Europa o los Estados unidos, en Europa o en el Medio oriente, por ejemplo, pese a una supuesta misma formación. La historia es una construcción que aclara el presente. Éste solo cobra sentido a partir del pasado, del pasado que construimos para entender el presente. Si no creyéramos que los textos de Platón son importantes para entender las obras del pasado -cuyo conocimiento es importante a su vez para entender mejor el presente-, y del presente, para comprendernos, su lectura sería estéril. Un simple ejercicio de erudición. La teoría -y la historia- son relevantes si echan luz sobre lo qué hacemos y quiénes somos. En el fondo, el método para explicar la teoría -para entender la creación humana, porqué se crea-, es lo de menos. El objetivo es el mismo: proporcionar modelos para saber qué y porqué obramos.

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