martes, 13 de enero de 2015

Urnas cinerarias etruscas: entre la nave y el arca





















Fotos: Tocho, Roma, enero de 2015

Conjunto de urnas cinerarias villanovianas, del Lazio y etruscas (ss. X-VI aC), de los Museos Gregoriano Etrusco (Ciudad del Vaticano), Museo Nacional Romano. Sede de las Termas de Diocleciano (Roma), Museo Nacional Prehistórico y Etnográfico "Luigi Pigorini" (Roma).
Se trata de una pequeña muestra de este tipo de objeto, la mayoría en las reservas de los museos.
Son depósitos de las cenizas del difunto. Están modelados en terracota; algunos son de pasta negra -lograda por la cocción sin ventilación, que logra que el humo se deposite en la superficie de la urna.
Ésta suele tener forma de cabaña de planta circular. Algunas recuerdan, sin embargo, casas de planta rectangular con un techo a dos aguas.
Carecen de aberturas, salvo la que permite la deposición de las cenizas, y que se cierra con una tapa -que se identifica con una puerta- sujeta por una varilla de madera o una cuerda.
La parte superior está ornamentada a veces por filas de salientes paralelos que siguen la pendiente de la cubierta; en ocasiones figuras de pájaros se destacan en la "techumbre".
Éstos se han interpretado como figuraciones anímicas.
Las urnas se han considerado imágenes de la cabaña del difunto. Ésta se convierte en la casa del antepasado una vez ha acogido las cenizas.
La parte superior también recuerda la estructura de una nave.
La urna serviría tanto de hogar del difunto cuanto de vehículo para el tránsito hacia el más allá. La urna sería un arca: una caja y una nave.
Se trata de un objeto móvil, pero que también se deposita en un lugar fijo para anclar al difunto a un espacio dado al que protege.
La imagen arquitectónica concuerda con la choza del difunto (recordemos que el monte Capitolio fue ocupado por algunas chozas comunales desde la primera mitad del segundo milenio aC); no evoca un tipo de vivienda del pasado. Pero, al mismo tiempo, "proyecta" al difunto hacia su nueva y definitiva morada, en el mas allá.
De este modo, la urna a cabaña (tal es el nombre más habitual) cumple una doble función: guarece al difunto, y al hogar de los vivos. El difunto logra seguir unido a su hogar, que protege desde su nueva morada que le proporciona la urna. Ésta está concebida tanto para el difunto como sobre todo para sus descendientes, arropados, y sin embargo, separados, liberados, de la flotante e inquietante presencia del alma en pena del difunto si éste no gozara de un cobijo propio y seguro.

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