domingo, 3 de agosto de 2014

Flores, o entre lo público y lo privado

No recuerdo si corrían finales de los ochenta o de los noventa. Seguramente ocurrió en 1998.
Unos amigos arquitectos exponían un proyecto privado que habían iniciado por su cuenta -y posteriormente "tomado" por el Ayuntamiento de Barcelona-: la reconversión de las vías y equipamientos de ferrocarriles de la Sagrera, en Barcelona, en un gran parque junto con áreas residenciales, comerciales y de negocio, consistentes en un gran número de torres, y una estación de tren de gran velocidad, que esperaban pudiera realizar el arquitecto británico Norman Foster.
Este gran proyecto, origen del actual que lleva a cabo el ayuntamiento -o ejecutaba, ya que se halla en gran parte parado- iba a ser expuesto, gracias a amistades comunes, en una galería privada de arquitectura en Suecia.

Sabedores que el por el aquel entonces presidente de la Generalitat de Catalunya, el Muy Honorable Jordi Pujol, iba a acudir a este país, estos amigos se pusieron en contacto con la oficina presidencial para comunicar que jóvenes arquitectos catalanes expondrían en Suecia durante la visita presidencial.

La galería recibió la noticia que dicha visita tendría, en efecto, lugar. Los arquitectos se ufanaron en viajar al norte de Europa. Mientras el presidente recorría la muestra, su esposa, dirigiéndose a uno de los arquitectos, le preguntó si se dedicaba a proyectos de jardinería. Ante la respuesta afirmativa (el futuro parque de la Sagrera era un buen y sabroso ejemplo), le tendió su privada tarjeta de visita profesional, añadiendo, echándole flores: "jove, ferem bons negocis".

No sé quien pagaba el viaje de la esposa del presidente, dedicada a menesteres no necesariamente públicos. Menudencias.



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