viernes, 4 de julio de 2014

Una breve historia del Próximo Oriente

El Próximo Oriente -Hoy Iraq, Siria, Líbano, Jordania, Palestina, Israel, Turquía, y Egipto- formaba parte del Imperio Otomano desde el siglo XIV, cuando los turcos conquistaron los dominios árabes, con capital en Bagdad, hasta la Primera Guerra Mundial. En este Imperio se distinguían las zonas de mayoría turca, entre las que se ubicaba la capital del Imperio, Estanbul -antigua Bizantium, luego Constantinopla, capital del Imperio Romano oriental, y finalmente Bizancio- y las de mayoría árabe. El imperio era tan grande que las partes orientales y Egipto estaban en manos de gobernadores con plenos poderes. Las divisiones provinciales atendían a las organizaciones tribal y religioso-sectaria.
Algunos países como Francia (que conquistó Egipto a finales del siglo XVIII, a fin de cortar el abastecimiento inglés por parte de la India, antes de que cayera en manos inglesas, precisamente, durante el siglo XIX), el Reino Unido y Alemania trataron de abrirse paso por el Imperio Otomano desde la primera mitad del siglo XIX. Éste era un universo relativamente cerrado. Sin embargo, su apertura era necesaria por sus riquezas materiales (petróleo, sobre todo) y porque constituía una vía de acceso fácil hacia el puerto de Basra o Basora de donde partían los barcos hacia las colonias asiáticas de la India y del Sud-este asiático (Indochina) de las potencias occidentales. Los imperios ruso y persa también se enfrentaron a los otomanos, en guerras decimonónicas, en las que Inglaterra y Francia intervinieron para apoyar uno u otro bando a fin de debilitar el Imperio Otomano, evitando que cayera, sin embargo.
El Imperio Otomano, que simpatizaba con el Germánico, fue desmembrado al perder la guerra. Francia, Inglaterra y los Estados Unidos ya habían dividido el imperio sobre el papel, y se habían distribuido las posesiones. Inglaterra tenía cierto interés en la creación de un estado judío en Palestina. Francia e Inglaterra se repartieron los dominios de mayoría árabe. La caída del Imperio Otomano fue facilitada por una revuelta interna de tribus árabes a las que se les prometió la independencia y la instauración de un gran reino árabe -que incluiría lo que hoy es Iraq, Siria, Líbano, Jordania, Palestina e Israel-, azuzados por los ingleses. Tras la guerra, sin embargo, esos acuerdos no fueron respetados. Francia se quedaba con Siria y Líbano (Siria formaba parte de Francia, se decía, por la defensa de los católicos), mientras Inglaterra ocupaba Iraq, Jordania, Palestina e Israel.
Los Estados Unidos no aceptaban esta prevista ocupación colonial. Promovían la creación de estados, o de un estado árabe, independiente. Las Sociedad de las Naciones, finalmente, acordó que se crearían mandatos: el control temporal de un país hasta que pudiera valerse" por sí mismo.
El texto de la decisión reza así:

"a los pueblos que no son capaces todavía de mantenerse bajo las agobiantes condiciones del mundo moderno, se tiene que aplicar el principio según el cual el bienestar y el desarrollo de dichos pueblos forma una verdad sagrada de la civilización, y la aplicación de estas verdades tienen que materializarse convenientemente. La mejor manera de poner en práctica este principio consiste en otorgar aquélla a naciones avanzadas que, debido a sus recursos, su experiencia, y su posición geográfica pueden llevar a cabo esta responsabilidad. Algunas comunidades que formaban parte del Imperio otomano han alcanzado un nivel de desarrollo que permite que constituyan estados independientes provisionalmente sujetos a la asistencia proporcionada por mandato hasta que llegue el momento en que puedan mantenerse solas".

Este momento nunca llegó naturalmente.
Pronto, revueltas empezaron en las tierras ocupadas. Inglaterra y Francia nombraron reyes a dos miembro de una familia de Arabia, descendiente del profeta, instalados en Damasco y en Bagdad. Las protestas crecieron. Francia e Inglaterra invadieron el Próximo Oriente. En lo que hoy es Iraq, Inglaterra gaseó desde el aire -por vez primera en la historia-, azuzó chiitas contra sunitas -y logró que sunitas, minoritarios, se pusieran del lado de los ingleses, quienes les convencieron de que los chiitas iban a aplastarles-, y trató de defender Bagdad acorralada para que no cayera. El gobierno títere iraquí, mientras, ejecutaba a los kurdos a principios de los años 20 que aspiraban a un estado independiente. Al mismo tiempo, Francia ocupaba y bombardeaba fuertemente Damasco, controlaba Siria y el Líbano. y deponía el rey en 1924.
Los mandatos se llevaron a cabo. Las misiones arqueológicas prosiguieron con plena libertad. Pero el control de los territorios era cada vez más difícil. En los años treinta se otorgó cierta independencia a Iraq -aunque determinados mandos siguieron en manos inglesas hasta finales de la Segunda Guerra Mundial-, y se creó Transjordania (que se componía de lo que hoy es Jordania, Palestina e Israel), mientras Siria y el Líbano siguieron bajo mandato francés.
La Segunda Guerra Mundial puso fin a los mandatos y las colonias, y vio la creación de Israel.      
  

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