miércoles, 21 de agosto de 2013

Obra pública

Elecciones municipales, no ha muchos años.
Los sondeos calculan que el partido que ya gobierna en el consistorio volverá a obtener una cómoda mayoría.
Final de tarde, el día de las elecciones. El partido ha ganado; con menos votos y, por tanto, obteniendo menos concejales.
Uno de éstos figura en una discreta posición en las listas electorales. No hubiera tenido que toparse con ningún problema para ser reelegido. Pero ha quedado fuera de la lista de los nuevos concejales.
La reacción de un alto cargo del partido, amigo suyo, y con el que ha compartido y comparte aventuras y negocios, es fulminante: una persona que ha dado su vida por la ciudad, y que no tiene nada, no puede quedar de un día para otro en la calle. Es injusto e inadmisible.
Al día siguiente, el concejal perdedor es reintroducido en la alcaldía: sin oposiciones, concurso, ni prueba alguna; pasando por delante de un buen número de personas que esperar la convocatorio de pruebas para entrar en la alcaldía, para mejorar una posición, o para obtener una plaza de funcionario.
Y allí sigue.
¿Es lícito, o humano, ayudar a un amigo con dinero público? La política ¿es una profesión?

Soy un político o un funcionario público. Quiero encargar un trabajo a una determinada persona o empresa, porque la conozco, me cae bien, me gusta lo que hace, confío en ella, o por las razones que sean. La ley exige que cualquier encargo sea el resultado de un concurso. Pido a quien quiero que realice el trabajo que presente tres presupuestos.
O, puesto que no puedo realizar un encargo directo si los honorarios superan una cierta cantidad, le pido que vaya emitiendo cuantas facturas sean necesarias por cantidades inferiores.

Sigo en la función pública, con un cargo político, de confianza, o como funcionario. Quiero llevar a cabo un trabajo -arquitectónico, urbanístico, cultural- que llevará unos años. Dispongo en este momento de ciertos fondos públicos. No sé si los tendré el año que viene. Pido, pues, a quien quiero que realice el trabajo, que entregue un informe cualquiera de manera que pueda emitir(me) una factura, que le será abonada como anticipo del verdadero trabajo que realizará el año siguiente, pero para el que no sé si dispondré de fondos suficientes por el aquel entonces.
Finalmente, el trabajo no se realiza. Pero ya se ha abonado una cantidad, un anticipo que no puede ser considerado como tal pues responde a la entrega de un trabajo (que no sirve para nada, salvo para cobrar, pues solo ha sido realizado para poder emitir una factura y cobrar anticipadamente el verdadero trabajo que se llevará a cabo posteriormente). El dinero abonado no se puede recuperar.

¿Es ilegal? La ley ¿está al servicio de los hombres, y atiende a sus necesidades y características, o somos los humanos los que estamos al servicio de la ley?
¿Corrupción, trampa o trampeo, ilegalidad, amistad, buena o mala suerte, el azar?

La diosa de la ley era una mujer dura, de pie, firme, en posición de firmes, con los ojos vendados, blandiendo una espada. Pero era hermana de la diosa del destino, cuyos planes eras secretos, no los desvelaba si siquiera al resto de los dioses (que estaban, al igual que los humanos, a merced suya) y no se alcanzaba nunca a conocer.
La balanza de la diosa de la ley y la justicia estaba quieta, en un estado de perfecto equilibrio. Pero, como balance, podía inclinarse a un lado y otro. Sino, hubiera sido una barra de hierro.

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