sábado, 3 de noviembre de 2012

Bagdad en Ramala (Palestina): crónica desde detrás de la barrera / Inauguración de la muestra sobre Baghdad en la Casa Harb de Ramala, 4 de noviembre de 2012




Fiesta de la entrega de premios a la creación joven en la Bienal de Ramala, noviembre de 2012










City of Mirage: Baghdad, from Wright to Venturi, 1953-1983, en Ramala (Palestina)
Fotos: Tocho, noviembre de 2012

Un visado de Iraq y la petición de no sellar el pasaporte (a fin de evitar el rechazo en un país árabe como Siria o Iraq), como me ocurría esta tarde, no constituyen los mejores salvoconductos para entrar en Israel. El aeropuerto de Tel Aviv, invadido por centenares, quizá miles (la masa se extiende por salas y salas de acogida) de turistas religiosos, cristianos, judíos, principalmente, norteamericanos, franceses e italianos. Forman una marea humana que impide avanzar hacia el control de aduanas que, al final te detiene. Doble interrogatorio. ¿Ramala? ¿Iraq? ¿Por qué? una y otra vez, ¿por qué? Los policías no miran a la cara. Hacen como que no te preguntan.

El taxi se dirige hacia Jerusalén por la autopista. Tierras limpias, cuidadas, salpicadas por un exceso de casas de piedra blanca que van ganando las colinas, como si se tratara de colonias en los Territorios Ocupados. De pronto, un desvío a la derecha. Toda la basura invisible en Israel parece haber sido abocada al otro lado de una alta y arrugada barrera de alambres cuyas púas retienen jirones de telas sucias y plásticos cuarteados por el sol.  La senda, estrecha y mal asfaltada. Dando un giro, se cuela, a través de un túnel angosto que más parece un desagüe, por debajo de la autopista. Luego, asciende, siempre ente barreras alambradas. El paisaje está excesivamente construido. Los pueblos palestinos se cubren de torres de pisos. A lo lejos, extensas manchas blancas de colonias judías rayan las carenas.
Ramala.
Acoge la bienal de arte a la que se suma este año un congreso sobre arquitectura moderna en los países árabes. 
Primera fiesta nocturna. Entrega de premios a creadores jóvenes: vídeo-artistas, compositores y músicos de música electrónica. Tiene lugar en el jardín de la fundación de un palestino, regresado a Ramala, que hizo fortuna en los Emiratos Árabes. Financia una gran parte de la Bienal, así como el centro cultural que próximamente se construirá según un proyecto de un equipo de arquitectos jóvenes españoles.
Poca luz, de noche, en Ramala. Pero el tráfico es intenso. Coches nuevos, cuya compra el gobierno palestino incentiva. El crecimiento económico es uno de los más rápidos del mundo.   
¿Espejismo o total desconocimiento?
La fiesta no se distingue para nada de una fiesta en Nueva York, salvo por la comida, mucho más sabrosa, y la variedad de vinos, palestinos, franceses, italianos, algún libanés, tibiamente recibido. Estudiantes y profesionales jóvenes. Ni un pañuelo, ni un fular, ni un hiyab en la cabeza. Jóvenes urbanos decididos a superar las barreras. Saben que hablan el mismo idioma que muchos jóvenes de Tel Aviv, principalmente. Las barreras se tambalean si nadie les hace caso.
Pero sí que existe una diferencia: casi ningún investigador o profesor de otros países árabes ha podido o querido venir al congreso: ya sea porque, al no existir relaciones entre Israel y estos países, los estudiosos de éstos no pueden llegar a Ramala -ya que no cabe otra opción que entrar en Israel-, ya sea porque, como estudiosos egipcios, no aceptan venir mientras Israel ocupe territorios palestinos: sería, afirmar, dar luz verde a la ocupación. El resultado es que la preparación del congreso se convierte en una tarea hercúlea. Quizá sean de otra época, a la que ya no pertenecen jóvenes de Ramala. 

Mañana, por la noche, se inaugura una versión de la exposición sobre arquitectura moderna internacional en Bagdad, presentada en el Colegio de Arquitectos de Cataluña en Barcelona, en 2008, y hoy itinerante. Se expone en Boston. Y en Ramala, al mismo tiempo. Los documentos se han duplicado y vuelto a imprimir.
Una villa de principios del siglo XX, Casa Harb, cedida por un rico propietario, cuando Ramala era una estación balnearia, cerrada y abandonada, de paredes de piedra blanca, y techo a dos aguas de tejas traídas de Marsella, con un jardín de tierra y arbolado ante la fachada, ha sido limpiada y adecentada para acoger la exposición. Paredes encaladas, ventanas alargadas de madera pintada de marfil, pequeñas alacenas cerradas por puertas discretamente labradas y suelos de pequeños azulejos salpicados de blanco, azul gris y verde traslúcido. Ni siquiera en el Centro de Arquitectura de Nueva York parecía tan bien adaptada al espacio. Mañana será la primera vez en casi un siglo que se podrá visitar esta villa. Quizá, a partir de ahora, se convierta en un centro de arte o, mejor, un espacio de acogida para estudiantes. De ambos lados de la barrera.


INAUGURACIÓN
























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