jueves, 16 de agosto de 2012

Casas voladores: la casa de María en Loreto




Saturnino Gatti: El traslado de la Casa de María, s. XV

(Redactado el 15 de agoto, día de la Asunción)

Las obras de arquitectura son materiales. Pesan, están ancladas, al menos depositadas y atadas, a la tierra, y perduran en el tiempo, aunque el tiempo dure un día o una noche. Delimitan un espacio, pensado para la vida del ser humano,, en el que éste puede refugiarse, asentarse.

Los prototipos de las obras de arquitectura, las obras arquitectónicas ideales, inciden en uno de los dos rasgos fundamentales: el movimiento descendente hacia las entrañas de la tierra, o el ascendente, hacia las nubes. Así, las arquitectura se constituye a imagen de la cueva (unida a la tierra, invisible desde el exterior), o de los edificios aéreos, suspendidos sobe las nubes. La arquitectura "real" media entre estos dos polos: conjuga el enraizamiento y la elevación. Las cuevas aparecieron en los orígenes del mundo. Son obra de las dioses de la tierra, de las diosas-madre: las cuevas son su vientre. Las arquitecturas aéreas, por su parte, señalan el dominio de los dioses superiores, que no se dignan a mezclarse con los mortales.

Los edificios aéreos existen en muchas culturas. Son conocidos el templos aéreo de Delfos -Delfos era la Gran Matriz del Mundo-, construidos con plumas a instigación de Apolo; el palacio levantado -literalmente levantado, depositado en lo alto- por el patrón de los arquitectos, el apóstol Tomás, o tantas construcciones en el cielo descritas en leyendas y fábulas, a menudo orientales. Desde luego, en todas las culturas, los dioses moran en las cumbres o en palacios apoyados en la bóveda celestial.

Como Laputa, la ciudad aérea descrita por Swift, las construcciones en el cielo representan un ideal, o una utopía: un modelo de espacio habitable deseable, pero quizá inalcanzable; por tanto, siempre anhelado.

Uno de los edificios aéreos más recientes se halla en Loreto, en Italia. Se trata de la Casa de la Virgen María. Fue trasladada desde Nazareth por los ángeles (o por el ángel de la Anunciación), y depositada primero en Tarseto (en Dalmacia), y luego en lo alto de un risco, cuya ladera estaba cubierto de laureles: Loreto. Allí la casa renació; y renació el mundo.

María sufrió la ascención (o asunción). La separación de la tierra no le era extraña. Su casa no podía ser la de na humana. Tenía, pues, que poder volar.Esta condición acentuaba el carácter sobrenatural -pero próximo a los hombres- de María y de su espacio.

La casa fue depositada en un paraje parecido a Delfos. El laurel era una planta apolínea. Laurel era lo que la Pitia, la sacerdotisa de Apolo, mascaba para elevarse. Antes de convertirse en el hogar de Apolo, Delfos fue la morada de la diosa-madre Gea. Posteriormente, ya con Apolo, el templo era guardado por Hestia, la diosa griega del hogar.
Cristo, hijo de María, fue representado -o concebido- como un nuevo Apolo. El traslado de la casa de María de Narareth a Loreto, el lugar donde su hijo, Apolo-Cristo, renació, significaba la renovación, la reactualización del espacio habitable. La casa de Maria se constituía como un nuevo centro que organizaba, que centraba el espacio -un espacio lejos del islam, pues los ángeles trasladaron la casa de María por los aires cuando Nazareth cayó en manos de los Mamelucos, en el siglo XII. El nuevo Nazareth era Loreto. Jesús renacía en Loreto. La casa común, el espacio de los humanos, se reformaba alrededor de la casa de María, que alumbraba de nuevo a la humanidad, simbolizada por su hijo que asumía la condición y los pesares de los humanos.
Pocas veces la arquitectura ha sido capaz de simbolizar el destino humano.    
 

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