viernes, 26 de agosto de 2011

El individuo y la ciudad

Los estudiosos de la cultura mesopotámica se interrogan sobre la imagen que los habitantes del Próximo oriente antiguo tenían de sí mismos. ¿Se veían como individuos, o como miembros de una comunidad? ¿Tenían conciencia de ser individuos, como la tendrían los griegos? ¿Podían "conocerse a sí mismos? ¿Pensaban en la posibilidad de conocerse?
Los mitos, en general, cuentan que los actos individuales apenas cuentan en la suerte de una persona. Por el contrario, el destino viene marcado por los actos cometidos por los progenitores, por los antepasados, incluso. Tanto en textos propiamente mesopotámicos, como en la Biblia, las faltas de una generación recaen sobre las generaciones venideras que pagan por lo que no han hecho. Lo que hace una persona, por tanto, no cuenta casi para determinar su vida; ésta está condicionada por su linaje, del que es imposible escapar. Isaac casi pagó por la puesta en duda de la fe de su padre Abraham.

¿Imposible? Aunque los restos arqueológicos son poco locuaces, y los textos no siempre revelan el marco cultural, de creencias y costumbres, en el que se insertan, parece que mientras los puebles estaban organizados por clanes, éstos jugaban un papel menor en la ciudad. Las casas pertenecían a familias, ciertamente, en las que vivían dos o tres generaciones junto con la servidumbre (en el caso de familias pudientes), pero en un mismo barrio cohabitaban distintas familias junto con artesanos. Cada barrio tenía su personalidad. Por tanto, la influencia de la familia o el clan quedaba diluida en gran parte. La vida de cada ciudadano podía estar condicionada tanto por los actos de su propia familia como por los de otros grupos familiares, sociales, profesionales. El individuo se hallaba en el cruce de múltiples influencias que se equilibraban. De este modo, cada individuo era un centro que recibía influencias e irradiaba una cierta manera de estar en el mundo.

Para nosotros, la ciudad es el lugar donde se diluyen las individualidades; se trata del espacio de la masa anónima. sin embargo, en Mesopotamia, la ciudad se convirtió en el lugar donde el individuo, en tanto que ser "libre" -de pensar, de "ser"- pudo determinarse.

Un hecho curioso es que la ciudad era percibido como un organismo creado por un individuo a las órdenes de un divinidad. Gilgamesh se presentaba como el que había mandado construir las murallas de la ciudad de Uruk en la que reinaba. El Poema de Gilgamesh concluye con el rey -de vuelta a Uruk tras un viaje iniciático durante el que se da cuenta de la condición mortal de los humanos y la asume-, que, al volver a ver las murallas de "sus" ciudad, reconoce que se trata de una obra suya; ésta perdurará y, por tanto, permitirá que su nombre -su persona, en suma- sea recordaba para siempre (como bien ha ocurrido). La ciudad, en este caso, es una creación "personalizada"; y es esta creación la que, paradójicamente, revierte sobre el creador, convirtiéndolo en una personalidad, un individuo que cobra conciencia de quien es. La ciudad hace al individuo. Éste no se pierde en la masa sino que se instituye.
Por este motivo, cabe pensar que la gran revolución que aconteció en el quinto milenio aC, en el sur de Iraq, con la aparición de las ciudades de Uruk y, posteriormente, de Ur, acarreó no solo cambios en el territorio y en la sociedad sino en la percepción o conciencia de que cada ser humano tenía de sí mismo. De pronto, el hombre se volvió un ser aparte, un centro del mundo.
Para bien; o no.

4 comentarios:

  1. En mi desganada opinión ferragostina, la individualidad que un hombre puede permitirse el lujo de sentir es aquella que le autoriza en cada caso su ciudad. Es por eso del animal político.

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  2. ......... y ¡su gato Bacallà Salat (¿animal político?) y sus tomates!

    ¿Somos lo que cultivamos?

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  3. Agri-cultura, cultura-animi, cultura-deorum, todo viene de cultum, culto. Quiero decirle que somos lo que hacemos con fe.

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  4. Don Goyo, bien sabe Usted, ¡ay!, que nos han inculcado que no se trata tanto de fe cuando de sudor (de la frente).
    ¿Será acaso por eso que sus tomates son ingratos?

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