miércoles, 23 de septiembre de 2009

¡Mi casa! , o ¿Mi casa? De magas y esposas (o El regreso al hogar en Homero)


George Romney: Lady Hamilton retratada como Circe, hacia 1792

La Odisea se construye a partir de la oposición de figuras y motivos, como sin duda ha observado hace ya tiempo la escuela de antropología estructural francesa: así, por ejemplo, el viaje de ida de Telémaco se opone al -pero se relaciona o se equilibra con el- regreso de Ulises; Telémaco es la contrafigura de los pretendientes; Clitemnestra (más que Helena, curiosamente), de Penélope; la civilizada ciudad de los feacios es descrita como el anverso de los ariscos cobijos de los Cíclopes; el incierto mundo de los muertos no es sino un pálido y desdibujado reflejo del de los vivos, siendo los muertos desvaidas imágenes de los mortales, etc. Y Odiseo (o Ulises), "fértil en ardides", navega entre unos y otros extremos, ligándolos -y exponiendo las oposiciones.
Este juego de motivos antitéticos, que se oponen y se responden, como imágenes reflejadas, se construye mediante una narración dentro de la narración. Homero no describe lo que acontece -salvo cuando Ulises llega al fin a Itaca- sino que el texto se arma a partir de los relatos de quienes tuvieron noticias de lo que aconteció o de quienes vivieron lo que cuentan, siempre como un recuerdo, doloroso o no. La Odisea es un conjunto de relatos explicados alrededor del fuego, después de cenar, bajo la luz de las estrellas, la transcripción de los recuerdos de
los comensales, hayan asistido a los acontecimientos o los hayan oído contar un día.
La Odisea se construye a partir de una oposición creo que fundamental (y que, de ser cierta, habrá sido seguramente destacada más de unavez): la que se da entre la maga y la esposa.
El complicado regreso de Ulises al hogar (a su palacio en Itaca, tras la guerra de Troya, donde hace años que su esposa Penélope le aguarda, resistiendo al cortejo cada vez más insistente de los "pretendientes", ávidos de quedarse con los bienes de Ulises) consiste en un retorno no solo a un espacio físico (su palacio) sino a una estructura mental o social: al "hogar", entendido como un modelo de vida, como un marco y un tejido de relaciones familiares.
Cuando La Odisea empieza, hace tiempo que Ulises está retenido (la guerra de Troya no es sino ya un recuerdo): la ninfa Calipso le impide partir al encuentro de su esposa Penélope.
Calipso es una diosa de las aguas corrientes -de las fuentes, los ríos y los espejados estanques en medio de los claros del bosque-, de los espacios indómitos, lejos y opuestos a los recoletos espacios civilizados y domésticos. Vive en una cueva (como los Cíclopes), y el frondoso jardín de la entrada acrecienta la imagen selvática de su morada. Teje, ciertamente, como las mujeres, pero la lanzadera es de oro (y, por tanto, su uso es problemático o imposible) y, contrariamente, a la silenciosa Penélope, canta con voz clara. Canta y maneja los hilos. No es una maga, pero retiene a Ulises con sus encantos y sus encantamientos (Para Platón, la expresión "raptado por una ninfa" significaba estar poseído, en trance, fuera de sí, es decir, descentrado, fuera del centro que el hogar constituye -las personas enloquecidas, como las Ménades que Dioniso arrebataba, huían de las casas para adentrarse en los bosques o ascender a los montes, lejos de la seguridad de la ciudad).
De las redes de Calipso a los brazos de Penélope. La vuelta a los valores del hogar está modulada por las figuras centrales de Circe y de Nausicaa: éstas pautan, frenan, dificultan, tuercen, la reinserción de Ulises. El camino sinuoso que Ulises sigue está marcado por las cuatro figuras antitéticas de las hechiceras y las esposas con las que alternativamente Ulises se encuentra. O quizá las busca.
La maga Circe que, como Calipso, vuelve a retener a Ulises haciéndole olvidar a Penélope, y la joven casadera Nausicaa, con quien Ulises se hubiera esposado -el padre de Nausicaa, el rey de los feacios, hubiera, al igual que su hija, consentido gustosa a los esponsales- si Penélope no hubiera existido.
Circe: vive en un palacio, mas en medio de un bosque espeso. El hogar está encendido, pero el humo es rojo, como si ascendiera de una pira ardiente y desmandada. El palacio está construido con sillares tallados; sin embargo, animales salvajes, "lobos montaraces y leones", rodean la mansión. El orden está tan trastocado que las fieras, hechizadas, se comportan como perros falderos (las magas y las brujas gustan de fieras como animales de compañía).
Circe se comportaba como la diosa Ártemis, la señora de las fieras, que dominaba el espacio indómito, fuera del control de la civilización. Al igual que Calipso, tejía "sobre un imenso telar", al mismo tiempo que cantaba -adoo, lo que evoca un canto jubiloso, celebratorio- "con hermosa voz". Circe, como Calipso, no lloraba como Penélope mientras se ufanaba sobre el telar. Circe poseía una varita mágica con la que convertía a los hombres, por ejemplo a los compañeros de fatigas de Ulises, en cerdos. Recurría a pociones, a palabras zalameras. Recibía a los invitados. Mandaba sobre ellos. Se imponía sobre el varón . Era la antítesis de la silenciosa esposa sumisa (Telémaco, hijo de Ulises y Penélope, mandó callar a su madre más de una vez y le ordenaba encerrarse en sus aposentos, lejos de las decisiones que los varones tomaban de viva voz).
De Circe a Penélope. El viaje lo regula la diosa Atenea (más que Poseidón): Atenea, una diosa, armada hasta los dientes, que actúa como un hombre, que rechaza el matrimonio pero vela por trabajos tan propios de las esposadas como las labores del telar. Atenea, la que blande la varita mágica con la que, constantemente, metamorfosea a Ulises, embelleciéndolo para que seduzca a Nausicaa, y lo afea para que pruebe la fidelidad de Penélope. Atenea, que protege el espacio defendido de la ciudad, pero que no duda en recorrer el amplio ponto.
Es lógico, quizá que siendo Atenea la hada madrina de Ulises, éste dude tanto entre la seductora Circe (no es extraño que Lady Hamilton se hubiera hecho retratar como Circe) y la cabizbaja Penélope.
Y, en medio, entre Calipso y Circe, de un lado, y Nausicaa y Penélope de otro (o entre los pares opuestos de Calipso y Nausicaa, y Circe y Penélope), la compleja y ambigua figura de Helena con la que Telémaco, en busca de noticias de Ulises, se encuentra. Según cuenta Homero, Helena no ha fallecido en el asalto a Troya ni ha sido ejecutada sino ha regresado a Esparta junto a Menelao. Éste parece haberle perdonado su infidelidad con Paris (lo que había desencadenado la guerra de Troya). Pero Helena habla con una soltura y una autoridad que eclipsa a Menelao, y cuando se cuenta como trató que los griegos escondidos en el caballo de madera se pusieran en evidencia, imitando astutamente la voz de cada una de las esposas de los guerreros a fin que éstos suspiraran, y fueran entonces, sorprendidos, masacrados por los troyanos, uno no puede dejar de pensar que Helena, como ha señalado Françoise Frontisi-Ducroux, es una hechicera disfrazada de esposa. Lo que Homera destaca sobremanera son las trampas que tiende, y su carácter engañoso. Conoce perfectamente el secreto de las drogas, que los egipcios le revelaron, con las que cambia el ánimo decaído de Telémaco y sus compañeros -de un modo similar a como Circe había transformado la naturaleza humana de los iguales de Ulises en la de un cerdo.
La Odisea, la hermosa y compleja historia de una tentación, entre los valores peligrosos y fascinantes de las hechiceras, y los sagrados y sabidos de las protectores del clan familiar. Por boca de algún héroe, Homero (que hoy calificaríamos de misógino) advierte una y otra vez de los peligros que la mujer acarrea para la unidad familiar y la vida del hombre. Como en los grandes relatos, nunca se logra saber a fe cierta que es lo que Ulises prefiere o por lo que hubiera optado si...

2 comentarios:

  1. Importante también la figura de Clitemnestra. Ella y Helena, esposas infieles, se opondrían a su vez a las esposas fieles.
    I

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    1. Parece que la figura de Helena fue un problema. ¿fue infiel, es decir, partió voluntariamente a Troya? O ¿fue raptada en contra de su voluntad? Algún mito contaba que desembarcó en Egipto; otros sostenían que abrió las puertas de la ciudad para que el caballo entrara, por lo que no podía ser acusada de infidelidad.
      Desde luego, no parece que nadie salvara a Clitemnestra, en cambio.
      Muchas gracias por el comentario

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