lunes, 14 de septiembre de 2009

La paz de los cementerios

Una breve noticia publicada hoy en algunos periódicos ofrece un ejemplo curioso de lo que se entiende por el concepto griego de "polis" (el conjunto de ciudadanos y de las reglas que los rigen): un bloque de viviendas de Sant Esteve de Palautordera está decorado con frases como "Muerte a los charnegos" o "Un charnego una bala", y "vivas" a ETA.
Lo interesante del caso no son las pintadas sino la tranquila reacción del concejal de Gobernación (de CiU): "se trata de una vivienda particular y borrarlas corresponde a su propietario".

Supongo que es inútil cavilar sobre cómo habría reaccionado dicho concejal si las pintadas hubieran mentado a su madre o a la Moreneta. E ilusorio plantearse si la respuesta revela simpatías por quienes han escrito la pintada, cobardía o si una severa concepción del orden público.

Las pintadas están en la fachada principal. Ésta da a la calle. Pero borrarla incumbe al propietario. Por tanto no afecta, no invade el espacio público. ¿Dónde acaba éste, entonces? La acera (que toca a la fachada), ¿es considerada un bien público, cuya preservación depende del Ayuntamiento?

Ciertamente, borrar las pintadas en puertas y fachadas corre a cargo de los propietarios, si bien los ayuntamientos suelen ocuparse de las que manchan las fachadas (sobre todo de piedra), dejando que sean los dueños los que acaben con las que "decoran" puertas y persianas.

El concejal ha seguido, por tanto, las ordenanzas más habituales. Lo que significa que, para él (y, se supone, para el Ayuntamiento), una pintada que diga "Manoli", "Pipi", "Poki" o "Biba Bisbal" tiene el mismo trato, es lo mismo que una que proclame "Un charnego una bala". Todas son pintadas. Solo se valora la forma. El contenido no importante. Apsionante conclusión: se podrá escribir lo que sea en las fachadas principales ("Biba Belén Estebán, la verdadera mártir", por ejemplo, en las fachadas que miran al Fossar de les Moreras, sin que el consistorio pestañee. Si los propietarios les parece mal, o se sienten amenazados, que repintan la fachada).

El dictamen del concejal tiene una importancia estética también. Hasta entonces, los grafitis eran considerados mensajes de protesta, y lo que se valoraba era lo que decían, no tanto su forma; el arte de la calle, ya se sabe, no cuida las formas. Pero ahora sí deberá hacerlo ya que solo su apariencia, y no su contenido, será juzgado. Es una simple mancha, no significa nada (según esta lectura formalista), y al que le moleste, que frote.

Pero, consideremos, por un momento, el contenido. Solo un momento. Como si fuéramos antiguos. La pintada en cuestión es una amenaza de muerte. Es una señal que advierte que quien vive allí puede (o debe) morir. Como las marcas que los egipcios faraónicos en los dinteles de las puertas de las casas de los hebreos, o los nazis en las casas de judíos durante la II Guerra Mundial, la pintada es un signo (que indica dónde quien debe morir) y una señal (que advierte que quien vive detrás de la puerta morirá). Una marca polisémica. Ah, la educación.

Pero resulta que los representantes del pueblo no consideran que deban hacer nada para defender a un ciudadano amenazado. La pintada puede seguir, como advertencia y siniestra amenaza, todo el tiempo que se quiera. La suerte, la vida de los habitantes del pueblo no son de la incumbencia del poder político.
Esto significa que la ley no se aplica. No impide que un ciudadano muera asesinado. O ajusticiado. La amenaza de muerte sólo es un problema estético privado. Por tanto, lo mejor es desviar la mirada, si molesta. Y no hacer nada.
Ciudad sin ley, entonces. ¿Para qué sirve entonces el ayuntamiento, un gobierno democrático? ¿Para qué o por qué cobra el concejal, si el bien común, la vida de sus iguales no le importa? Es mejor volver a la apasionante ley de la selva. Y los guardias privados armados.

Es curioso ver cómo enviamos soldados para mantener el orden público en Afganistán. Como ellos sí son unos salvajes. No saben nada de la vida democrática.

Una persona que no hace nada para impedir un asesinato, ¿cómo se llama?

2 comentarios:

  1. Suele ser tan fácil criticar lo externo que muchas veces olvidamos una posible podredumbre interna (en clave de países, digo)! No prometo que en Alemania el mundo sea más bonito, o mejor. Hay objeto de crítica siempre -siempre que hay un 'algo' a criticar o alabar-. Y como más cerca esté, menos distancia (en sentido del 'théoros' griego) tengamos respecto a este, más imposible se hace ser capaz de verlo...!

    Por cierto,Pedro! Te dejé un largo comentario hace unos días en lo de la 'belleza interior'!

    Hoy tengo más prisa, pero seguiré viniendo a tus tochos...!

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  2. Hola Ángel

    Ostras. Pensaba que te había contestado. Luego recordé que no había leído ningún texto tuyo donde decías haberlo colgado.
    Finalmente, sí estaba y... te había contestado. En fin, el alzeihmer galopante.

    Desde luego, podredumbre y miseria (moral) se hayan en todas partes. No creo que Alemania (o, mejor dicho, sus lands) escape a esta plaga. Pensando positivamente, somos humanos, y errar, mentir y cometer bajezas es humano, nos duela o no.
    Sorprende que también lo hagan los políticos, pero esta sorpresa solo revela que los consideramos como por encima de los mortales (creencia que, a menudo, "ellos", los políticos, sobre todo si llevan demasiado tiempo en el poder, acaban asumiendo).

    Molesta, ciertamente, las discrepancias entre lo que hacen y lo que dicen, y el uso tan partidista de los hechos, las justificaciones a veces tan aberrantes. De nuevo, positivamente, esto los convierte en seres frágiles, muy humanos, que podemos tratar de echar en las próximas elecciones (aunque seguro que se aferrarán, como lo haríamos todos, a sus puestos).

    Desde luego, es muy pesada esta concepción que somos "superiores".

    Una amiga mía, de Barcelona, catalanista, no sé si independentista en su interior, que trabaja en Madrid, comentaba el otro día -lo que escandalizó a más de uno- que, viviendo en Madrid, encontraba que los catalanes somos prepotentes y actuamos como si el resto del mundo o de España no existiera ni tuviera problemas. Como si fuéramos únicos.
    Y lo que somos, en verdad, es maleducados.

    La lucidez que aporta la distancia.

    Así que tú, desde Alemania, ¡ilumínanos!

    Recuerdos

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