sábado, 5 de septiembre de 2009

Arquitectura homérica


La gran helenista francesa Françoise Frontisi-Ducroux confesaba recientemente revisaba o releía casi constantemente la Ilíada y la Odísea de Homero, en lengua original, ya que ambos textos constituyen la base, que jamás se agota, de todas las investigaciones sobre el imaginario de la Grecia antigua. Este ejercicio, sostiene, no debería dejar de hacerse.
La relectura de estos textos viene condicionada por lo que se está buscando. De pronto, uno no cesa de encontrar palabras y referencias al tema que se estudia.
Antes de 1995 (como descubro en la edición que releo), solo me fijaba en los términos que se referían a los problemas que las imágenes causan: engaño, ilusión, trampa, trama, etc... (base de un estudio sobre el arte y la ilusión en la Grecia antigua, en concreto en Platón, que recurría a menudo a las fuentes homéricas).
Hoy, debido a un estudio sobre el imaginario arquitectónico griego, descubro, con sorpresa, el gran número de referencias arquitectónicas, lógicas y pertinentes, que sostienen la Odisea. La descripción minuciosa de los interiores y de todos los espacios construidos, interiores (dormitorios, cocinas, salones, alacenas, almacenes) y exteriores (patios, porches, jardines), en los que se desarrolla la acción, es digna casi de una memoria proyectual.
Mucho se ha escrito sobre el mundo evocado por Homero. Se ha postulado que no describía la sociedad minóica ni siquiera micénica (que habría acogido supuestamente la guerra de Troya), sino más bien la sociedad arcáica, cinco siglos posterior a lo contado, hacia los siglos VIII o VII aC, cuando el renacer de la cultura griega, tras la llamada Edad Oscura, se habría producido, y la excelencia artística, sin llegar quizá al esplendor micénico, se habría recuperado.
Hoy se tiende a pensar que Homero (fuera quien fuera, hubiera existido o no, fuera incluso un colectivo de poetas) no habría escrito en el siglo XII aC sino en el VII aC y, aunque habría recopilado relatos orales de épocas anteriores (micénicas o incluso más antiguas), el marco espacial en el que insertó los relatos describía el que podía contemplar.
El término megaron, que nombra no tanto a un espacio sino más bien a un tipo de articulación espacial consistente en una estancia con un hogar central, precedida por un porche cubierto dando a un patio, común en la arquitectura micénica, y que Homero emplea (y describe como un lugar sombrío, lo que muestra que se trata de una o unas estancias que no daban directamente al exterior), habría creado cierta confusión, ya que no se sabe a fe cierta a que tipo de estructura Homero se refiere.
Sin embargo, el texto describe espacios complejos, bien trabados. Las estancias se desarrollan en varios niveles: un sótano, planta baja y un piso (donde se hallan los aposentos de Penélope y, posiblemente, todos los ámbitos de las mujeres). Homero describe salas con un pilar central; cerramientos (puertas); núcleos de comunicación (escaleras, pasillos); áreas intermedias (porches); por otra parte, detalla las actividades que se llevan a cabo en los interiores. Queda claro que no existen espacos especializados, salvo los almacenes (y los servicios); los dormitorios y los comedores son, como aún hoy en día en Irán, por ejemplo, los lugares donde se montan las mesas y se las camas (cubiertas de pieles). A menudo, los porches, ventilados y más frescos, hacen las veces de alcobas: "Entonces Telémaco se dirigió cavilando hacia el lecho, hacia donde tenía construido su suntuoso dormitorio en el muy hermoso patio, en lugar de amplia visión" (Od., 427-429)
Es posible que la arquitectura de Homero no se haya estudiado en sí, sin tratar de referirla a los restos arqueológicos, micénicos, principalmente. Creo que existe un campo de investigación inédito o poco estudiado.
Confío en que a medida que avance la relectura (más allá del canto IV) confirme la visión arquitectónica de Homero. Por ahora, los primeros cantos de la Odisea permiten visualizar espacios, posiblemente más complejos que los que existían en el siglo VII aC, pero que tampoco debían un reflejo de la arquitectura micénica, sino de la imagen que Homero, un poeta arcáico, se hizo de la esplendorosa arquitectura micénica, recreada, fantaseada por siglos de relatos orales: una especie de castillos encantados. Quizá un modo de evadirse de una realidad aún tosca en el siglo VII aC, o una mirada nostálgica a un pasado glorioso perdido.
A modo de ejemplo, la primera hermosa y evocadora descripción de un jardín de la historia griega. Se trata del huerto cabe la boca de la cueva de la diosa Calipso que retiene a Ulises:
"En torno a la cueva había nacido un florido bosque de alisos, de chopos negros y olorosos cipreses, donde anidaban las aves de largas alas, los búhos y halcones y las cornejas marinas de afilada lengua que se ocupan de las cosas del mar.
Había cabe a la cóncava cueva una viña tupida que abundaba en uvas, y cuatro fuentes de agua clara que corrían cercanas unas de otras, cada una a un lado, y alrededor, suaves y frescos prados de violetas y apios. Incluso un inmortal que allí llegara se admiraría y alegraría el corazón." (Od., V, 63-73).
¿Un eco de los jardines de Nínive -contemporáneos de Homero? Las conexiones entre Oriente y la Grecia arcáica eran intensas.

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